Las políticas prohibicionistas en el ámbito comercial han demostrado ser contraproducentes a lo largo del tiempo. En lugar de reducir el consumo o la demanda de ciertos productos, lo que suelen generar es un aumento del interés por lo que se prohíbe, fomentando incluso mercados clandestinos o informales que escapan a toda regulación. En el contexto de los pequeños comercios, estas medidas son especialmente perjudiciales, ya que en un momento de crisis económica como el actual, cualquier restricción adicional se convierte en una barrera más que limita su capacidad de generar ingresos y subsistir. Los pequeños comerciantes, quienes ya lidian con costos elevados, una disminución en el consumo y la competencia desleal, se ven doblemente afectados por políticas que no solo restringen sus operaciones, sino que además no abordan las causas de fondo de los problemas que intentan solucionar. En lugar de recurrir a prohibiciones, es necesario adoptar una perspectiva que privilegie la educación y el acceso a la información, permitiendo que las personas puedan ejercer su derecho a decidir de manera libre, consciente y responsable. La clave está en generar una cultura de consumo responsable, basada en la confianza en la capacidad de decisión de cada individuo. Al educar a la población, no solo se respeta el derecho de cada persona a elegir, sino que también se promueve un desarrollo económico más equitativo y sostenible, en el que los pequeños comercios puedan operar sin las restricciones arbitrarias que suelen acompañar a las políticas de prohibición.